Rectoral de Romai (Concello de Portas)

En plena Edad Media se fraguó una leyenda cuyos frutos llegan hasta nuestros días.

Es la historia de como el vino Albariño llegó a convertirse en unos de los signos caracteristicos de las tierras gallegas.

A lo largo del Siglo XII las continuas peregrinaciones a Santiago de Compostela introducieron cambios en la sociedad gallega gracias al continuo tránsito de caminantes. Cuenta la leyenda, que uno de estos cambios fue la introducción por parte de los monjes benedictinos de Cluny de una cepa de uva cultivada a orillas del Rin.

Las tierras gallegas alimentaros las cepas de uva, dándole una nueva expresión y creando un vino nuevo con carácter propio. Esta uva, a albariña, comenzó a arraigarse en la comarca del Salnés debido a las pausas que los peregrinos que accedían por la vía marítima realizaban en los monasterios y otras edificaciones religiosas dispersas por todo el valle.

Uno de esos puntos de encuentro era el rectoral de Romai, donde los monjes asentados ya en tierras gallegas y nuevos peregrinos, promovieron el cultivo de la uva albariña por todo el valle del Salnés. Esto fue posible gracias a la cesión de derechos de explotación por parte de los monjes sobre las tierras y el río Umia a los vecinos de Portas.

Pero el Camino de Santiago no solo trajo nuevas cepas de vino, sino que, al igual que ocurrió en el resto del continente europeo, el arte románica llegó de la mano de los peregrinos benedictinos. Así, la Igresia de Santa María de Romai se construyó bajo este criterio, aunque en la actualidad se conservan pocos restos que daten de esas fechas debido a las sucesivas reformas.